jueves, 30 de octubre de 2008

Halloween


Esta es una pequeña entrada para hablaros un poco de All Hallow's Eve, o vispera del dia de todos los Santos. Aqui en Londres es una fiesta muy muy tipica. Por la calle no he parado de ver gente disfrazada y muchos niños corriendo con sus bolsas pidiendo el "trick or treat" (travesura o trato, es decir: golosinas)

Esta mañana me di una vuelta por Portobello Market, que es un mercado de antiguedades muy antiguo situado en el barrio de Notting Hill. Desde luego habia una ingente cantidad de cosas curiosas y extravagantes, desde armaduras del siglo 17 a armas de las guerras mundiales.
En fin, os dejo unas fotitos para que veais de que os hablo. Un saludo! Andrés












lunes, 27 de octubre de 2008

Mind the gap

Aquí Lucas, de nuevo al teclado. Los últimos días han estado tan llenos de cosas nuevas, de vivencias, de anécdotas, que me ha sido imposible poder ir escribiéndolas aquí. Pensadlo: una nueva ciudad, mucho por visitar y por hacer… no podía pararme sentado frente a esta pantalla cada noche. Ayer solo me dio tiempo para ponerme en contacto con Andrés, que me contó sus primeras anécdotas.

Yo intentaré ser lo más breve posible, y para eso trataré de no hablar de más de una cosa a la vez, aunque ahora todo me venga a la cabeza de forma caótica, como destellos.

Después de escribir mi entrada anterior salí a la calle con la mochila al hombro. La mañana me recibía radiante, y los rayos de sol eran como una tenue caricia realmente reconfortante. Eran aproximadamente las nueve de la mañana, y yo estaba deseando explorar mi nuevo entorno, libre ya de la preocupación de que sería de mí por la noche. Brockley, el distrito donde vivo, es una zona repleta de pequeñas casas unifamiliares de estilo victoriano. Lo primero que me llamó la atención fue que está habitada principalmente por gente de color. Anduve por la acera mirando de un lado a otro, tratando de familiarizarme con el lugar. Buscaba la estación de tren, pero familiarizarme con el camino más corto llevaba su tiempo. Mi destino era la zona 1, el centro de Londres. El motivo es simple: ahora que ya tengo una habitación, tengo que encontrar un trabajo que me ayude a pagarla (es bastante cara, 350 libras al mes, unos 400 euros, aunque no está nada mal para el tipo de casa que es y su localización)

En mi mochila llevaba lo justo: un impermeable de bolsillo, una cámara de fotos y una carpeta que entre otras cosas, contenía folios en blanco para escribir y una copia de mi currículo en ingles. La caza del trabajo comenzaba hoy, pero por recomendación de Ana y Marcel (mis anfitriones) debía hacerme antes de nada con un NIN (Nationa Insurance Number) provisional. Eso me facilitaría lo del trabajo, en teoría.

Al final llegue a la estación de Brockley. Por supuesto, lo más notorio, a lo primero que debía habituarme era al inglés. El mío es enlatado, fruto de las clases en el bachillerato, de algunas novelas y de multitud de películas y series en versión original. Aquí se habla de verdad, con un acento que se me antojaba extraño (es lo que tiene estar acostumbrado a las producciones americanas) Pero si ponía atención, poco a poco empezaba a entender frases sueltas. A los pocos minutos de entrar en la estación apareció el tren que debía llevarme a mi destino: la estación de London Bridge. Esta a solo dos paradas de Brockley, cosa de poco menos de diez minutos. Las puertas se abrieron y yo entré y me dirigí sin siquiera pensarlo al fondo del vagón, al lado de la ventana. Son las mejores vistas: puedes ver el paisaje y observar al resto de viajeros. Tampoco tuve tiempo de acomodarme demasiado, pues al poco el tren se internaba en la estación a la voz de “this station is London Bridge: change here to the bus and subway services. Please mind the gap between the train and the platform” Una frase que a partir de entonces iba a escuchar mucho. Y la primera frase que logre entender totalmente.

Bajé del vagón poniendo cuidado al dichoso escalón y me perdí entre la marea de gente de todas las edades, estratos y etnias que se agolpaban en las portezuelas para arrimar su “Oyster Card” y salir de allí. Yo compré la Oyster en mi primer día y me vale para uan semana de viajes en tren, bus y metro en las zonas 1 y 2. La broma sale por 30 libras, y yo con eso viajo un mes en Valencia. Así que tras el “bip” provocado por la tarjeta, las puertas se abrieron a mi paso y yo me dirigí a mi primer día de turismo en la ciudad. Pero por hoy ya es suficiente: mi visita al puente de Londres y el resto de pormenores los relataré otro día. Hasta entonces.

domingo, 26 de octubre de 2008

Casimiro


Londres. Nada más y nada menos. Aún no me hago a la idea de que voy a pasar, como poco, un año aquí. La decisión fue bastante poco meditada pero creo que esto va a salir bien, tengo esa sensación. Por ahora empezamos bien, tengo dinero, academia de inglés pagada durante dos meses y una habitación alquilada ya de antemano.
En este viaje me acompaña mi amigo Lucas. En realidad vamos cada uno por nuestro lado pero se agradece mucho tener a un compañero cerca por Londres, estoy seguro de que en esta extraña ciudad, nos apoyaremos mucho el uno al otro.

El vuelo fue lo de siempre: colas, maletas, facturar, mas colas… La llegada fue la esperada: fresquito y más colas. Billete de tren y al centro de Londres. Lucas y yo nos despedimos ahí, por el momento. Ahora viene la primera anécdota “lingüística”: Me subo a un autobús (si, rojo y de dos pisos, ¡me emocione!) y resulta que iba bastante lleno. En un momento dado, el conductor me mira y me dice: “jeibro, casimiro” ¿Cómo? ¿Qué ha dicho este hombre de Casimiro? Me vuelve a repetir la frase esta vez con un poco mas de mala leche y yo pensando ¿Este hombre me esta hablando en Ingles? Imposible… Ya le miro con cara de “por Dios, ¿que narices dice?” Y me repite, esta vez muy despacito “Hey bro’ I can’t see the mirror” Por lo visto me estaba diciendo “ey hermano, no puedo ver el retrovisor” Estupendo… como todos los ingleses hablen así de rápido aquí voy apañado.

En fin, después de unas cuantas vueltas llego a la que va a ser mi casa y me abre una señora, mayor, bastante mayor pero tiene pinta de ser muy simpática y amable. Me enseña la casa y mi habitación y me doy cuenta de una cosa: en toda la casa hay una sola mesa (en la cocina). Le pregunto que si no tiene alguna mesa para mi habitación y me contesta que no, que no le gustan las mesas (como lo oyen). Pues nada, será alguna manía rara… Pero esto no acaba aquí, la señora, que se llama Freda, me comenta que es vegetariana. ¡Perfecto! Solo hay verduras en la casa. Que se le va a hacer, al menos vi un McDonnalds al venir por la calle antes. Ya tengo cena.


-Andrés

jueves, 23 de octubre de 2008

Primer dia, primeras sensaciones

Lucas al teclado, con la crónica del primer dia. Son las ocho de la mañana, buena hora para empezar el dia aqui. La verdad es que pensaba que ya no volvería a escribir aquí. Ayer fue… un día intenso, interesante, pero también frustrante y agotador. Pero vayamos paso a paso:

Por la mañana me desperté de un salto en vez de robarle minutos al despertador, me duché, desayuné y mi madre me llevó al aeropuerto de Manises. Tenía tiempo de sobra, pero Andrés no aparecía, haciendo honor a su habitual sentido de la puntualidad. No había cola en la facturación así que finiquité ese trámite y me puse a esperar a mi amigo. Apareció a los quince minutos con su aire desenfadado y sus gafas de sol, arrastrando una maleta bastante más grande que la mía. Saludos, coñitas varias y a esperar el embarque.

No hubo nada interesante en todo el vuelo, salvo el momento del despegue: fue realmente impresionante aquella sensación de elevarse. Pero bueno, quitado de eso, el resto de cosas fue como ir en cualquier transporte publico, incluido señor grueso leyendo el periódico en el asiento de al lado. Cuando a la hora y media de despegar empezamos a descender sobre suelo inglés, mi posición privilegiada me permitió observar un paisaje muy distinto al de Valencia. Todo, hasta donde alcanzaba la vista, era un manto salpicado de toda la escala de verdes. El ambiente parecía húmedo, y el cielo encapotado y gris no dejaba lugar a la duda: nos estábamos acercando.

Aterrizar, recorrer los largos pasillos de Stansted y recoger nuestros equipajes fue una tarea algo larga, que me acercaba además a mi primer reto: conseguir piso en la ciudad. Si, mi aire aventurero me hizo dejar esa tarea para el final. Había llegado a Londres, y no tenia un sitio donde dormir. Andrés si lo tenía. Tras recuperar nuestras cosas compramos sendos billetes de autobuses hasta la estación de Stanford. Nos esperaba una hora de camino, durante la cual empecé a hacer llamadas con mi recién adquirida tarjeta sim inglesa. Llamé a algunos números que había conseguido por Internet, pero no tuve demasiada suerte. Solo conseguí una entrevista a las seis de la tarde en un piso en un lugar llamado Brockley. Y todavía eran las dos cuando bajamos del autobús. Andres y yo nos despedimos entonces: el se marchaba a instalarse, y yo tenía que hacer lo propio. Cogimos el metro tras comprar abonos de transporte y yo me bajé en la estación de London Bridge.

Me lo tomé con tiempo para encontrar la dirección que me había facilitado la mujer con la que hablé por teléfono. Y menos mal que lo hice. Tras tomar un tren de cercanías, me apeé a las dos paradas en la estación de Brockley. Llovía. Yo, mi maleta y mi mochila estuvimos deambulando toda la tarde por aquel lugar plagado de casas victorianas un tanto desvencijadas. Chapurré mi inglés con cada persona que vi, pero nadie sabía indicarme. Y es que la calle de marras estaba en francés…

Tras dos horas de caminata, dando vueltas bajo la lluvia, con un nudo en la garganta y la desazón anidada en el cuerpo, logré encontrar el lugar. Me recibió una mujer joven que resultó ser gallega, y su marido, de nacionalidad alemana. A la media hora ya tenía casa, una habitación, un lugar calido en el que vivir. Deshice el equipaje. Me sentía realmente solo por primera vez en mucho tiempo. Al acabar caí rendido sobre la cama, con la música susurrándome en los oídos. Al despertarme me encontraba mucho mejor. Y esta entrada es el resultado. Aprovecho para colgar la canción que me acompañó durante mi búsqueda. El único consuelo de esa odisea bajo la lluvia.


martes, 21 de octubre de 2008

Antes de nada...

Una maleta lo más ligera posible, una mochila con todos los cachivaches que creo pueden serme útiles en territorio hostil, algunas provisiones (snacks, frutos secos... indispensables), el obligado diccionario de emergencia que se que nunca utilizare, barajas de cartas… solo mi guitarra va a quedarse fuera del equipaje. Es demasiado, hay que saber elegir. La verdad, preferiría prescindir de la maleta.

Solo quedan algunas horas. Debería estar ya en la cama, descansando para el día que me espera mañana. Pero no tengo sueño, y me trae sin cuidado que mañana sea mi primer vuelo. Seguro que en el armatoste ese se puede dormir. La verdad, no tengo sueño. Y no es por los nervios… tampoco estoy tan nervioso. Al fin y al cabo es un viaje que yo mismo planee: Londres, con lo puesto y por tiempo indefinido. Unos ahorrillos, bártulos mínimos y un amigo. No es lo que se dice un viaje de riesgo, por mucho que mi madre se empeñe. “Nunca se sabe”, sentencia ella cada vez que sale a relucir el tema de lo que ella llama “mi viaje descabellado”. Al cuerno. Estas cosas se hacen ahora o no se hacen nunca. Es el momento. Punto.

Antes de irme me queda una tarea pendiente. Y es esto. Ningún viaje es trascendente si no hay algo que rescate del olvido todo lo que en el sucede. Mi libreta no esta mal, pero con un blog matamos dos pájaros de un tiro. Puedo ir contando lo que quiera a la vez que los que se quedan aquí van teniendo noticias nuestras. Esto ya está en marcha… solo falta poner un nombre.

Como suele suceder en estos casos, algún tipo de carambola cósmica me da una idea un tanto absurda. En este caso han sido Les Luthiers a través de mis auriculares. Ha sido uno de sus geniales disparates el que ha bautizado este… esto. Londres, dos viajeros curiosos… pues London Inspection y aquí paz y después gloria. Un sitio donde mi amigo y yo podremos contar que pasa durante el viaje. Francamente, este proyecto es tan abstracto que igual mañana hago la crónica de la llegada a la City y pasado analizo la letra de una canción que me ha cautivado mientras caminaba por la ciudad. Igual la semana que viene me da por Shakespeare y hablo de Macbeth. Y a lo mejor el otro tarado se pasa este proyecto por salves sean las partes y todo el tinglado se va a pique en dos días. Quien sabe.

Creo que ahora ya va siendo hora de retirarse, mañana hay que estar a las ocho en el aeropuerto. Un repaso más al equipaje no está de más. Odio las llamaditas a ultima hora en las que me entero que me he dejado el dentífrico…

Por cierto, mi nombre es Lucas.