En este viaje me acompaña mi amigo Lucas. En realidad vamos cada uno por nuestro lado pero se agradece mucho tener a un compañero cerca por Londres, estoy seguro de que en esta extraña ciudad, nos apoyaremos mucho el uno al otro.
El vuelo fue lo de siempre: colas, maletas, facturar, mas colas… La llegada fue la esperada: fresquito y más colas. Billete de tren y al centro de Londres. Lucas y yo nos despedimos ahí, por el momento. Ahora viene la primera anécdota “lingüística”: Me subo a un autobús (si, rojo y de dos pisos, ¡me emocione!) y resulta que iba bastante lleno. En un momento dado, el conductor me mira y me dice: “jeibro, casimiro” ¿Cómo? ¿Qué ha dicho este hombre de Casimiro? Me vuelve a repetir la frase esta vez con un poco mas de mala leche y yo pensando ¿Este hombre me esta hablando en Ingles? Imposible… Ya le miro con cara de “por Dios, ¿que narices dice?” Y me repite, esta vez muy despacito “Hey bro’ I can’t see the mirror” Por lo visto me estaba diciendo “ey hermano, no puedo ver el retrovisor” Estupendo… como todos los ingleses hablen así de rápido aquí voy apañado.
En fin, después de unas cuantas vueltas llego a la que va a ser mi casa y me abre una señora, mayor, bastante mayor pero tiene pinta de ser muy simpática y amable. Me enseña la casa y mi habitación y me doy cuenta de una cosa: en toda la casa hay una sola mesa (en la cocina). Le pregunto que si no tiene alguna mesa para mi habitación y me contesta que no, que no le gustan las mesas (como lo oyen). Pues nada, será alguna manía rara… Pero esto no acaba aquí, la señora, que se llama Freda, me comenta que es vegetariana. ¡Perfecto! Solo hay verduras en la casa. Que se le va a hacer, al menos vi un McDonnalds al venir por la calle antes. Ya tengo cena.
-Andrés
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